lunes, 26 de octubre de 2020

LA NIÑEZ DE ANA

 


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Ana, la del valle de los Hacaritamas, desde niña conocía muy bien, la región.  Y era una jovencita muy dedicada al estudio y a las manualidades.  Y la investigación que ofrecían las montañas, los collados, el valle y el río algodonal, eran entre otras, por donde más solía encontrarse, ya fuese en la tarde, o en la mañana.

Aún la ciudad no estaba en el mapa de las ciudades de Colombia.  Pero la joven estaba en el centro de esta ciudad invisible.  En sus pequeños comienzos, la niña, sacaba de su tiempo un rato, para socializar con las primeras familias del centro de esta ciudad, que a la vista de los transeúntes como exploradores, no podían ver que allí en ese punto de partida, surgiría la gigante ciudad de los Caro.

De pronto surgió un poco más y ya hubo posadas, pero nadie se percataba que en esas posadas, donde la gente era tan amable y sencilla, eran los indicios de un centro donde las regiones y aldeas, tendrían un lugar para soñar y lograr con el tiempo, sus sueños.

Así que la niña Ana, se encontraba con las personas que pasaban por aquí, por este valle con tanta promesa, pero sin hombres y mujeres que pudiesen extraer el conocimiento primitivo de la naturaleza, y sus lecciones para todo público y poderlas compartir.

Ana, se percata de esto y comienza por su propia iniciativa a investigar, los ríos, su ecosistema, la ornitología y la parte agrícola y literaria, que encargaba con algunas personas que ya le conocían.  Porque en ese entonces, este valle no tenía conexiones con bibliotecas ni de Cúcuta o Bucaramanga.

Pero si venían personas que les gustaba compartir historias tanto para niños, como para adultos.  Y esto agradaba el corazón de Ana, la niña Hacaritama, que soñaba pero así como una mariposa que vuela por encima del pasto, y es difícil predecir en cuál hoja del mismo, va a aterrizar, eran las ideas de esta adolescente.

Sin embargo, ella seguía cultivando el conocimiento propio y extranjero a través de las obras que por encargo llegaban a sus manos.   Ocaña, en aquel entonces, tal vez unos quinientos años, es lo que comúnmente llamamos un lugar con montañas y pastizales y rodeada de aguas.

Por el sur a la derecha estaba el río algodonal y por el sur occidente, el río Tejo.  Y muy buena cacería.  Estas aguas eran ricas en peces de diversos colores, y la comida silvestre era abundante, y podían sostener a una familia, sin tantos afanes y preocupaciones, ya que éstas entre otras delicias del mundo natural, son unos fortificantes naturales, que hoy en día, la gente sigue consumiendo.

También estaba la caza de aves como la pava chillona, el venado que entre otras cosas es una carne suave y deliciosa.  Es decir que esta ciudad estaba rodeada de promesas donde el maná no faltaría.  Aún he observado que todavía se consiguen estos productos, en nuestro propio territorio.

De esta manera, con estas bendiciones se siguió poblando lo que es hoy esta ciudad, de seres humanos a quienes les interesó entre otras cosas, el conocimiento.  Y así también Ana, fue viendo como mientras su sabiduría crecía, también la ciudad iba surgiendo como la neblina se levanta lentamente y desaparece cuando el sol, calienta.

Esta historia sobre la adolescente Ana, y cómo se convirtió en una docente Hacaritama, la relato para que se conozca más sobre cómo los jóvenes aplicados a la vida de tranquilidad, de sociabilidad y de respeto por el medio ambiente, y sus padres, pueden ver lo que el vecindario y a extranjeros, les es invisible.

Los invito a visitar este video que se titula: Video Ocaña en 1960, de una duración de: 3: 36, cuyo enlace es: https://www.youtube.com/watch?v=91Tohaxme_4

"La historia tiene sus vivencias, y Ana, es la exploradora"

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