Llego a la Plaza 29 de mayo de la ciudad de Ocaña, junto con mi esposa. La gente estaba aglomerada alrededor de quienes bailaban, al son de la música de cuerda.
En esas dice una señora del público, de cabellos rubios crespos, muy elegante, quien tiene su coche y su niña, al pie de ella: yo quisiera bailar con uno de estos bailarines.
A mí me dio risa y le dije: camine. Ella le recomendó la niña a su amiga y salimos a bailar. Me di cuenta que estaba educada para lo que deseaba y empezamos a disfrutar de una tarde de jolgorio, donde el ambiente se prestaba para recordar con nuestros pasos y movimientos, el pasado que aún se hace presente en la música, ritmo y coreografía.
Esta mujer con una sonrisa en los labios y un rostro agradecido, pudo dejar sus penas en el olvido. Su dolor fue desapareciendo como la neblina, al salir el sol.
Aunque en la realidad, no tuvimos comunicación mientras bailábamos, nos limitamos a expresar la música con los movimientos de nuestro cuerpo.
Es decir, no nos distrajimos, ni ignoramos los instrumentos que sonaban, invitándonos a que en cada cambio que hiciera el artista, repercutiera en los bailarines que en la Plaza 29 de mayo, disfrutaban de esta tarde cultural y festiva.
El ambiente se prestaba, porque no había contaminación de tabaco, ni alcohol, tomábamos agua para refrescar nuestro cuerpo y mitigar la sed, que no era tan interesante en ese momento, porque bailábamos con el deseo de expresar nuestra coreografía más auténtica, que podía transmitir felicidad y salud por este ejercicio.
"La mujer inteligente aspira lo bueno, más la insensata, vive reprimida"
F P