En esta mañana, he estado caminando hacia el centro de la ciudad de Ocaña. De pronto, al llegar a la entrada del barrio Primero de Mayo, me encuentro con una amiga, que me invita a tomar agua en una cafetería.
Mientras charlábamos, empezó a contarme la experiencia que había vivido durante el día de ayer. Me decía que había estado enferma con gripa, y que al atardecer, el esposo se había ido para el centro, y que habían acordado que él la recogería en su trabajo.
Él le dijo que volvía en media hora, pero transcurrió el tiempo acordado y el esposo no llegó. Al rato, él la llama y le comenta que está con un amigo, y que espere un momento. Ella espera otro tiempo más, y decide salir al parque, al ver que su esposo no llega por ella.
En una farmacia, consiguió un medicamento para su gripa, y allí mismo se lo tomó. A las ocho y media de la noche, llegó el esposo en su carro, a recogerla. Como ella ya estaba afectada por el sereno, no pudo decirle nada, pero su corazón, ya estaba encendido.
Yo le dije: ¿pero, cuál es la causa de este problema? Me dijo, que estaba en la espera. Yo le dije en confianza, que yo no creía que el problema estuviera en la espera, que podía estar en otro motivo, la realidad de este problema.
Porque a este problema no se le haya la razón, ya que en mi caso, yo no espero a mi esposa, yo me voy, busco comida y me embarco en un medio de transporte, luego que llegue a mi casa, saco las llaves y entro, me dedico a escuchar música o a ver la televisión y tomo agua, de manera que no ha pasado nada.
Porque resulta que mi esposa también tiene celular, y el celular puede cancelar una desesperación, una tortura en la sala de espera de la vida humana. Ya que mi esposa puede llegar cuando quiera, porque ella también tiene una llave.
Me dijo la amiga, su realidad: lo que pasa es que yo no tengo llaves de mi casa. Ante lo cual, yo le contesté: ahora nos podemos dar cuenta que el punto negro de su cerebro, consiste en su descuido. En ningún momento, la pareja debe salir a la calle, a un viaje o a vacaciones, sin poseer la llave de su casa.
La seguridad de la inteligencia, estriba en que usted tenga un orden equilibrado, y allí usted sale al vecindario, a la ciudad o a otras culturas, entendiendo que la mejor seguridad en la que usted puede confiar, es en la suya propia; si la ha cultivado, si la ha formado y si la ha equipado.
"La mujer inteligente, es ordenada; más la insensata, no comprende la necesidad del orden"
F P
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