lunes, 2 de octubre de 2017

MAESTROS NATURALES



La naturaleza, es muy clara en aspectos de defensa, cosa que el ser humano, debe tener en cuenta, para su diario vivir, lo cual se hace un poco indispensable.  Cuando dos insectos, se encuentran y miden sus fuerzas, y se dan cuenta que su potencial es similar, no hay batalla o enfrentamiento.

Esto debemos analizarlo, porque de pronto hay personas que nos van a tocar el tema de guerra, y en este caso, la naturaleza tiene sus diversas redes, que nos declaran que la guerra en si, la pelea ella, y nosotros en este escenario, debemos tener en cuenta cómo ella pelea por nosotros, dejándonos un legado en pasos, movimientos, estrategia y fuerza, así como la sorpresa que siempre debe estar tan oculta a los ojos del hombre insecto, que no puede ver la alta definición en los ojos del hombre pensante.

Ni tampoco conocer la astucia que no puede leer en su lenguaje.  La verdad es que yo no estuve en ninguna academia de artes marciales, sin embargo, tuve mucho acceso al cine relacionado con este tema y me gustó esta cultura, y sin ninguna práctica o ejercicio, me fue necesario practicarlo, con unos amigos que llegaron desde Bogotá a Otaré.

En aquel entonces, yo estaba como de unos quince años, y uno de ellos ya portaba el cinturón negro. Cuando lo vi con sus vestiduras, me di cuenta que se trataba este asunto era de defensa, y me dijo, que él era estudiante y que quería enseñarme, pero que entráramos midiendo nuestras fuerzas.

Yo acepté el reto y comenzamos.  Luego de un rato, el joven se dio cuenta que tenía técnica, pero que no tenía fuerza, y que en asuntos de sometimiento, no tenía lo que debe tener un cinta negra, que es el entrenamiento y la cuota importante para su vivencia que es la fuerza.

Estas cosas se daban en mi vida, porque con anterioridad, nosotros con la familia Quintero Arengas, la pasábamos jugando y allí íbamos desarrollando no tanto la técnica, sino la fuerza.

Cierta vez en la ciudad de Ocaña, se me presentó un joven de unos veintisiete años de edad, ya lo había visto antes, y se decía que él pegaba muy duro.  De pronto un día caminando por la calle del Dulce Nombre, que es bastante concurrida, se acercó a mí y me agredió de palabra, mientras que yo estaba charlando con un paisano de Otaré.

Yo he sido un hombre que no le busco problemas a nadie, me bajé del andén, y este muchacho me quiso aventajar, enseguida observé que me iba a patear fuertemente; yo acababa de hacerme un examen médico sobre el calcio.

En cuestión de segundos, yo también levanté mi pie derecho, y se lo descargué sobre el de él.  Luego de esto, el joven me pegó un puño, en el pómulo derecho, y como esto fue algo inesperado para mí, y este muchacho me pegaba con el fin de desfigurar mi rostro, además de que quería ganarme la batalla, vi que los carros se detuvieron en esta calle tan concurrida, y yo le pegué un puño en la mandíbula, desestabilizándolo de tal manera que cayó sobre un carro, donde sus ocupantes contemplaron la escena.

Luego el muchacho, reaccionó, se paró y se fue.  Así que si yo no reacciono ante este muchacho, realmente, me hubiese podido agredir, y hacer conmigo lo que bien hubiese querido hacer, porque yo no le hubiese podido hacer frente de una manera inteligente, debido a mi desconocimiento en esta área.

La defensa personal, me parece que en la vida práctica es muy necesaria, para las personas que creen que los demás tienen que vivir debajo de ellos.  Pero hay otra cosa que quiero dejar en claro con respecto a la defensa, y es que en lo posible sea un secreto, para el rival.

Porque todos los que se me han atravesado con armas, o sin ellas, lo que los ha aturdido, es el factor sorpresa.

"Las armas del inteligente, le son ocultas a los enemigos en la batalla del diario vivir" 
F P C

No hay comentarios:

Publicar un comentario